martes, 18 de enero de 2011

Una madre canica

Me duele el cuerpo y estoy feliz. Hace mucho tiempo que no me daba una paliza en el gimnasio. O estaba embarazada o recién parida o simplemente no tenía tiempo.


Hoy tras muchos intentos, lo logré: me pasé 4 horas en el gimnasio. Tengo que admitir que dejar a mis nenorras fue un placer. Lo siento, yo sé que no se deben admitir estas cosas pero es la verdad.

La grandesita ahora se porta mejor, pero la que no me da un respiro es la más chiquita. Lleva una semana de llorar por todo y yo estoy hasta las canicas.

Espero que sea una etapa. Ya casi cumple los 6 meses y quizá sean los dientes. Pero, mientras tanto, yo he tenido que modificar mis planes varias veces para llevarla al doctor porque no comprendo tantas lágrimas.

Los doctores me dicen que no es nada y claro que agradezco que así sea, pero esta etapa de chilladera está sacando a relucir muchos fantasmas.

En primer lugar resiento no tener control de mi tiempo. Es como si ya no dependiera nada de mí, sino de las niñas.

El otro gran fantasma, o más bien cuestionamiento, se trata más bien del futuro.

¿En qué tipo de madre me convertiré? Mi preocupación aumenta cuando leo los artículos que ha publicado recientemente la prensa inglesa sobre el libro de Amy Chua, "Battle Hymn of the Tiger Mother" ("Himno de Batalla de una Madre Tigre"). La escritora defiende y comparte su manera de educar a sus hijas. Su método es bastante cuestionable, aunque ella defiende que esa es la mejor manera de lograr que tus hijos tengan éxito en sus vidas.

En lo que a mí respecta, ODIO las etiquetas y me pone nerviosa esa manera de imponer ciertos ideales. De todos modos, ¿cómo llamaría la señora Chua a las madres como yo? ¿Canicas?

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