lunes, 10 de enero de 2011

Tres tristes vacas

Hoy lunes amanecí un poco derrotada. Si bien mi nenorra está durmiendo mejor, no logro que pase más de 3 horas sin despertar. Tampoco logro que tome su siesta en su cuna. Así es que no veo el fin del túnel.

A mi obsesión de dormir se ha agregado la obsesión por los kilos. Traigo 10 kilos de más. Algunas afortunadas los pierden cuando dan el pecho, pero hay algunas desgraciadas como yo que no perdemos ni un gramo.


Antes de finalizar el año comencé a ir al gimnasio. Bueno, más bien me inscribí a uno, porque siempre se me atravesó alguna enfermedad o compromiso cuando tenía previsto ir. La semana pasada logré ir una vez y el entrenador me dijo muy claramente: “mientras no duermas, será muy difícil que bajes de peso”.


Como verán estoy lista. Pese a todo, decidí no dejarme achicopalar y decidí ir a comer con mis nenorras a una cafetería que está cerca de casa. Parece que exagero, pero salir sola con las dos niñas a un restaurante en Londres no es nada fácil. Incluso entrar con la doble carreola puede ser un dolor de cabeza.


Este lugar, sin embargo, es de los mejores para ir con niños. Cuando llegue había tres mujeres con niños de la edad de mi nenorrona grande. A pesar que habían ocupado todo el espacio para los cochecitos, ninguna de ellas movió un dedo para ayudarme a acomodar mi doble carreola.


Ya estoy acostumbrada a la poca solidaridad de los londinenses, así es que me acomodé como pude, saque a las niñas y me senté en una mesa donde no estorbara mucho a los demás comensales. El episodio no hubiera pasado a más sino es porque al salir una de ellas me miro como diciendo: “¿que no vas a mover tu carreola?”.


Yo la mire con mi nenorra en brazos como diciéndole: “!¿Acaso tu moviste un dedo cuando yo llegue?!”. Cuando por fin se fueron se me subió la rabia a la cabeza. Pinches vacas. ¡¿Qué podemos esperar si ni siquiera otras madres son solidarias?! En fin. Vaya comienzo de semana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario