martes, 4 de enero de 2011

¿Fin de la esclavitud?

El dar el pecho te convierte en una esclava. Así de contundente fue mi respuesta a la pregunta de Vero, una estudiante que está haciendo su tesis sobre porque las madres deciden amamantar o no.

¿Cómo así?, me preguntó sorprendida. En primer lugar sólo tú puedes hacerlo y sólo tú te tendrás que levantar cada dos horas durante la noche. Durante el día, a menos que te pongas a sacarte leche como vaca, no tienes más opción que estar dando pecho sin importar que estés en la calle. Esto significa que te conviertes en una esclava lechera, concluí.


Ante esta drástica opinión Vero pensó que yo le daría biberón a mi nenorra. No, la corregí. Yo le voy a dar pecho porque es lo mejor para ella.


¿Se imaginan la cara que me puso la pobre, no? Pero yo no lo veía como una contradicción. Dar el pecho es tan maravilloso como dicen las matronas, pero también tiene sus desventajas y yo no estaba dispuesta a callarlas.


Por eso, ahora que mi nenorra ha comenzado a tomar biberón estoy tan alterada. A ella parece gustarle más el biberón y no pone ningún reparo. Es más, hay veces que sólo quiere biberón.


Lo lógico sería que este contenta, ¿no? Por ejemplo, puedo salir sola y dejarla con mi suegra sin el temor de que comience a llorar. Mr. D puede darle de comer durante la noche y así turnarnos. Dentro de poco incluso podré ir al cine o podré salir una noche de parranda y tomar todo lo que yo quiera.


Pero el sentimiento de “libertad” no ha logrado acallar la tristeza. Mi niña ya no me necesita.


Les prometo que NUNCA pensé que me sentiría así. Es ridículo porque ahora no puedo parar de llorar al pensar que mi bebe está creciendo y pronto ya no olerá a bebe.


¿Qué patética, verdad?

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