Por si acaso, decidí darle muchos besos en sus cachetotes divinos como antídoto al mal humor que me invade cuando llevo noches sin dormir. Pero tengo que admitir que por más buena voluntad que ponga al asunto, al final Mr. D termina pagando los platos rotos. Parece que mi paciencia esta intrínsecamente relacionada con las horas de sueño. Entre menos duermo, más malhumorada me siento.
Fue así que el domingo se me ocurrió la idea del “cronómetro”. Cualquier pareja que haya ido a encontrarse con amigos solteros y sin niños sabe que habrá que turnarse para cuidar a los bebés y más si ya han comenzado a caminar como mi nenorrona (la grande) que parece una escapista profesional. Pero ¿cómo asegurarse que se divide el tiempo por parejo? ¿Cómo asegurarse que no es la madre la que termina atragantándose la comida por cuidar a las criaturas?
Tan complacida estaba con mi plan, que hasta pensé que debería abrir un negocio de relojes de arena que vayan colgados a la carreola. Estoy segura que muchas madres sienten lo mismo que yo. Pero, la emoción me duro poco. ¿Qué pasa si al final mi percepción de tiempo está alterada y resulta que Mr. D pasa más tiempo correteando a las nenorronas que yo? Mejor no me arriesgo.
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