lunes, 24 de enero de 2011

El antónimo de compartir

El ver crecer a los bebes es alucinante. Todos los padres lo saben, pero es difícil compartirlo sin arriesgarte a parecer un papanatas, o sin crear inmediatamente una competencia entre las demás madres.


En cualquier reunión, basta con que una mencione orgullosamente que su niño ha comenzado a gatear (por poner un ejemplo) para que las demás comiencen a hacer una lista de las grandes hazañas de los suyos.



“Pues el mío se paraba de cabeza desde las 12 semanas!”, es una afirmación exagerada y estúpida, pero no imposible de escuchar cuando se inicia el círculo de comparaciones maternales.



Hasta cuando hablas de cosas “malas”, como el no dormir, hay competencia. Si una dice que su niño despierta tres veces durante la noche, no faltará aquella que asegure que la suya se despierta cada dos horas. (Esa soy yo, por si acaso)



Pero, no porque todos los bebes pasen por las mismas etapas, deja de ser alucinante lo que hacen. ¿O sí?



Una de las lecciones de la maternidad es definitivamente aprender a callar. No es lo mismo decir en una cena: “Cuando subí el Aconcagua bla,bla, bla” que “mi niña ayer giro en su barriguita como una reloj”.



Por alguna razón, el hablar del Aconcagua es “divertido e interesante”, mientras que hablar de tu niña es “monótono y aburrido”.



Pero ¿saben?, no me importa mucho porque el sentimiento que da ver crecer a tus hijos es tan grande y maravilloso que compensa lo demás. ¡No hace falta ni siquiera compartirlo!



Aunque, tengo que admitirlo, yo no resisto llamarle a Mr. D y a los abuelos para contarles las hazañas de mis nenorras. Con ellos, hasta puedo darme el lujo de presumir de los pedos de mis niñas.

martes, 18 de enero de 2011

Una madre canica

Me duele el cuerpo y estoy feliz. Hace mucho tiempo que no me daba una paliza en el gimnasio. O estaba embarazada o recién parida o simplemente no tenía tiempo.


Hoy tras muchos intentos, lo logré: me pasé 4 horas en el gimnasio. Tengo que admitir que dejar a mis nenorras fue un placer. Lo siento, yo sé que no se deben admitir estas cosas pero es la verdad.

La grandesita ahora se porta mejor, pero la que no me da un respiro es la más chiquita. Lleva una semana de llorar por todo y yo estoy hasta las canicas.

Espero que sea una etapa. Ya casi cumple los 6 meses y quizá sean los dientes. Pero, mientras tanto, yo he tenido que modificar mis planes varias veces para llevarla al doctor porque no comprendo tantas lágrimas.

Los doctores me dicen que no es nada y claro que agradezco que así sea, pero esta etapa de chilladera está sacando a relucir muchos fantasmas.

En primer lugar resiento no tener control de mi tiempo. Es como si ya no dependiera nada de mí, sino de las niñas.

El otro gran fantasma, o más bien cuestionamiento, se trata más bien del futuro.

¿En qué tipo de madre me convertiré? Mi preocupación aumenta cuando leo los artículos que ha publicado recientemente la prensa inglesa sobre el libro de Amy Chua, "Battle Hymn of the Tiger Mother" ("Himno de Batalla de una Madre Tigre"). La escritora defiende y comparte su manera de educar a sus hijas. Su método es bastante cuestionable, aunque ella defiende que esa es la mejor manera de lograr que tus hijos tengan éxito en sus vidas.

En lo que a mí respecta, ODIO las etiquetas y me pone nerviosa esa manera de imponer ciertos ideales. De todos modos, ¿cómo llamaría la señora Chua a las madres como yo? ¿Canicas?

jueves, 13 de enero de 2011

Consternada con la 3ra dimensión

Por fin logré ir al gimnasio. Llegué contentísima a la clase. Una hora para mi solita y solo para mí, pensaba con alegría. De repente, y tal como cantaba Emmanuel, todo se derrumbó. Me vi reflejada en el espejo del gimnasio en tercera dimensión.


Será por flojera o por “valemadrismo”, pero en casa sólo hay un espejo de cuerpo completo y está casi escondido. Creo que sólo me veo reflejada en el horno de la casa. Por eso la sorpresa fue mayor. Ni siquiera las fotos del bautizo de mi nenorra me habían preparado para tal espectáculo. Pero, ¿cómo, engordé tanto en dos semanas? No. Simplemente no me había visto en profundidad (y no lo digo en sentido figurado).


¿Saben que es lo peor? Que me dio risa y hambre a la vez. Definitivamente me tendré que coser la boca.

lunes, 10 de enero de 2011

Tres tristes vacas

Hoy lunes amanecí un poco derrotada. Si bien mi nenorra está durmiendo mejor, no logro que pase más de 3 horas sin despertar. Tampoco logro que tome su siesta en su cuna. Así es que no veo el fin del túnel.

A mi obsesión de dormir se ha agregado la obsesión por los kilos. Traigo 10 kilos de más. Algunas afortunadas los pierden cuando dan el pecho, pero hay algunas desgraciadas como yo que no perdemos ni un gramo.


Antes de finalizar el año comencé a ir al gimnasio. Bueno, más bien me inscribí a uno, porque siempre se me atravesó alguna enfermedad o compromiso cuando tenía previsto ir. La semana pasada logré ir una vez y el entrenador me dijo muy claramente: “mientras no duermas, será muy difícil que bajes de peso”.


Como verán estoy lista. Pese a todo, decidí no dejarme achicopalar y decidí ir a comer con mis nenorras a una cafetería que está cerca de casa. Parece que exagero, pero salir sola con las dos niñas a un restaurante en Londres no es nada fácil. Incluso entrar con la doble carreola puede ser un dolor de cabeza.


Este lugar, sin embargo, es de los mejores para ir con niños. Cuando llegue había tres mujeres con niños de la edad de mi nenorrona grande. A pesar que habían ocupado todo el espacio para los cochecitos, ninguna de ellas movió un dedo para ayudarme a acomodar mi doble carreola.


Ya estoy acostumbrada a la poca solidaridad de los londinenses, así es que me acomodé como pude, saque a las niñas y me senté en una mesa donde no estorbara mucho a los demás comensales. El episodio no hubiera pasado a más sino es porque al salir una de ellas me miro como diciendo: “¿que no vas a mover tu carreola?”.


Yo la mire con mi nenorra en brazos como diciéndole: “!¿Acaso tu moviste un dedo cuando yo llegue?!”. Cuando por fin se fueron se me subió la rabia a la cabeza. Pinches vacas. ¡¿Qué podemos esperar si ni siquiera otras madres son solidarias?! En fin. Vaya comienzo de semana.

jueves, 6 de enero de 2011

Tengo miedo que sea de noche

Tengo miedo que sea de noche. En realidad tengo miedo que mi angelito se convierta en monstruo otra vez. Ayer no dejo de llorar y la verdad es que nunca descubrí la razón de tanto llanto. Nunca tuvo fiebre y en la mañana estaba como si nada y más fresca que una lechuga.

La que está como uva disecada soy yo. Traigo una resaca como si me hubiera tomado una botella de tequila. Claro que no he tomado nada, pero las ganas no me faltan.


A eso de las 4 de la mañana, ya medio sorda y hasta las canicas de tanto llanto tuve que llamar a Mr D para que me ayudara. Lo único bueno es que estos episodios son muy raros. La nenorra nunca ha dormido bien, y tiende a despertar cada 2 horas, pero usualmente se vuelve a dormir rápidamente.


Ese ritmo (de despertar cada dos horas) me parece atroz, pero nada comparado con tener a un bebé que no para de llorar. Aquí en Inglaterra existe incluso una asociación de padres que ofrecen ayuda. Se llama Cry-sis. ¡Qué nombre tan apropiado! Yo espero no tener que llamarlos.

martes, 4 de enero de 2011

¿Fin de la esclavitud?

El dar el pecho te convierte en una esclava. Así de contundente fue mi respuesta a la pregunta de Vero, una estudiante que está haciendo su tesis sobre porque las madres deciden amamantar o no.

¿Cómo así?, me preguntó sorprendida. En primer lugar sólo tú puedes hacerlo y sólo tú te tendrás que levantar cada dos horas durante la noche. Durante el día, a menos que te pongas a sacarte leche como vaca, no tienes más opción que estar dando pecho sin importar que estés en la calle. Esto significa que te conviertes en una esclava lechera, concluí.


Ante esta drástica opinión Vero pensó que yo le daría biberón a mi nenorra. No, la corregí. Yo le voy a dar pecho porque es lo mejor para ella.


¿Se imaginan la cara que me puso la pobre, no? Pero yo no lo veía como una contradicción. Dar el pecho es tan maravilloso como dicen las matronas, pero también tiene sus desventajas y yo no estaba dispuesta a callarlas.


Por eso, ahora que mi nenorra ha comenzado a tomar biberón estoy tan alterada. A ella parece gustarle más el biberón y no pone ningún reparo. Es más, hay veces que sólo quiere biberón.


Lo lógico sería que este contenta, ¿no? Por ejemplo, puedo salir sola y dejarla con mi suegra sin el temor de que comience a llorar. Mr. D puede darle de comer durante la noche y así turnarnos. Dentro de poco incluso podré ir al cine o podré salir una noche de parranda y tomar todo lo que yo quiera.


Pero el sentimiento de “libertad” no ha logrado acallar la tristeza. Mi niña ya no me necesita.


Les prometo que NUNCA pensé que me sentiría así. Es ridículo porque ahora no puedo parar de llorar al pensar que mi bebe está creciendo y pronto ya no olerá a bebe.


¿Qué patética, verdad?

lunes, 3 de enero de 2011

Con mente positiva

¿Pero, de qué nos quejábamos?, me comentó un amigo cuando recuerda lo “fácil” que era tener sólo un crio. Eso me hizo pensar en la pareja que conocí en el aeropuerto de Monterrey. ¡Ellos viajaban con 5 niños y uno en brazos! ¿Se imaginan? Cuando los vi, hasta me sentí ridícula por quejarme por tener que viajar con dos bebés.

Pero no me quejo en balde. Con una, pues siempre había algún descanso. El sábado se levantaba Mr. D y yo podía dormir. ¡Incluso podía darme el lujo de tener días libres! Logré ir a unas clases de pinturas los sábados y algún domingo me escape con Jana al spa.


También tuve noches libres. Sin ir más lejos, cuando fui a Monterrey con la primera nenorrona, por ejemplo, mi madre se quedó con ella y yo dormí como una reina. Esta vez, con dos, pues no se pudo por qué mí me tocó cuidar a una. Si hacemos las cuentas, yo no he tenido ni una noche completa de sueño desde que nació la segunda nenorra, hace más de 5 meses.


Pero bien dice el dicho que no hay mal que por bien no venga. Cuando no logró dormir porque me han espantado el sueño me pongo a escuchar la radio y hay programas fenomenales. Mi amigo Martin me recomendó los mejores: The Moth y American Life. Si no los han escuchado se los recomiendo. Y ahora al comenzar el año descubrí otro más que es perfecto para escucharlo a las tres de la mañana: Movie Date. El programa me encantó y eso que hace más de 5 meses que no voy al cine. Tampoco he logrado leer y aún así me encanta el "World Book Club".


Así es que, si lo pienso bien, esto de no dormir tiene su lado positivo. En medio de mi crisis de identidad puedo asegurar que la radio me sigue fascinando. Y no sólo he logrado escuchar todos los documentales de la BBC (algunos son extraordinariamente buenos), he descubierto además otros programas.


¡Ahora sólo falta ver cuántos días logro mantener mi propósito del año de ser más positiva y menos quejumbrosa!