sábado, 30 de octubre de 2010

¿Es posible volar con bebes?

Mi viaje a Portugal inició con mal pie. Nadie pretende que volar con bebes sea fácil y menos con una niña de casi dos años y una bebe de 3 meses, sin embargo, tampoco tiene que ser una pesadilla. ¿O si?

No es la primera vez que viajo, así es que ya me sé todos los trucos. Pero parece que ni así es posible evitar los malos tragos.

Cuando compre los billetes de avión evite las aerolíneas más baratas porque quería ahorrarme dolores de cabeza, pero de nada me sirvió esta precaución.
Dicen que algunas son mejores que otras para viajar con familia, pero en mi experiencia la única preferencia es que puedes llevar la carreola hasta la puerta de embarque sin cargo extra. Si esperas que a la salida del avión este el carrito esperándote, te llevas una gran desilusión. La carreola (en mi caso una doble) la entregan junto con las maletas.
¿Se imaginan lo que es caminar todo el aeropuerto, pasar aduana, hacer filas y todo con dos bebes agotadas? A todos los directivos que toman este tipo de decisión por "cuestiones de seguridad" quiero que sepan que les he recordado a su madre cien mil veces.
Me parece que los tiempos donde te daban una cunita y las azafatas se mostraban dispuestas a facilitar la experiencia del viaje quedaron atrás. Con tan solo decirles que la aerolínea TAP nos asignó los asientos 7B y 25B para volar, a pesar que había asientos libres. Mis suplicas y explicaciones sobre la necesidad de viajar juntas y no en medio de extraños fueron inútiles.
Tristemente sólo puedes confiar en la solidaridad de algún pasajero y temo decir que son pocos. La mayoría te miran con ojos de lástima, pero no hacen nada para ayudar. Lo peor es que después del concierto que dieron mis niñas, tuve que pedir perdón. Cuando la palabra "sorry" escapó de mis labios, casi me corto la lengua. ¿Perdón, de qué?


miércoles, 27 de octubre de 2010

A romper espejos

El teléfono, las llaves, mi tarjeta de transporte y mi tarjeta de debito. Con eso en el bolsillo del abrigo salí de casa para encontrarme con Mr. D en el teatro. Fue nuestra primera salida tras el nacimiento de mi segunda chamaca. Fuimos a ver una obra de teatro y a cenar tacos.

El no traer bolsa ni pañalera me dio una sensación de gran libertad. Nunca fui de las mujeres que cargan grandes bolsas y siempre preferí sufrir antes que cargar, aunque eso me trajo dificultades cuando hacia mis caminatas. Mientras otros disfrutaban de ricas cenas frente a la fogata, yo me comía una barra de cereal. ¿Quién iba a cargar con la cacerola, las cucharas y los alimentos? Yo prefería quedarme sin cena con tal de disfrutar el día de caminata.
Sin embargo, ahora no me queda de otra más que cargar todo lo que las niñas necesitan. La lista puede ser interminable aunque siempre me las ingenio para llevar lo menos posible. Mi pañalera es considerablemente más pequeña comparada con la de mi cuñada, alias “la madre perfecta”.
Ella siempre me hace sentir culpable.
Durante el último viaje que hicimos toda la familia ella llevó una gran maleta dedicada a su hijo, que también tiene unos pocos meses de edad. Todo tipo de juguetes, toallitas para todo tipo de bacterias, cremas, galletas, bolsas, lo que se les pueda ocurrir, ella lo llevaba. Si la Mrs Perfecta no hubiera estado conmigo, recordándome todo lo que yo no traía, no me hubiera hecho falta nada. Mis niñas tenían todo lo necesario, pero ¿quién me quitaba de enfrente el espejo de lo que yo no soy?

¿O sería mejor decir de lo que yo no quiero ser?

Lo bueno es que a la cuñada la veo poco y lo mejor es que mañana me voy a Portugal sin ella. Tendré que llevar mucho más que mi teléfono en el bolsillo, pero no pienso llevarme tres clases de toallitas. Además más vale que deje de compararme a otras madres y no ande buscando espejos por todos los rincones en donde reflejar mis temores y fantasmas.



sábado, 23 de octubre de 2010

Dejarme llevar por la corriente


Nadie te puede preparar para la maternidad. Es como si te enseñaran a nadar en medio del mar en pleno huracán. Lo peor es que tú ni siquiera habías visto el agua en tu vida. Eso fue lo que sentí cuando me encontré sola con un bebe llorando a todo pulmón. ¿Será hambre? No. ¿Será el pañal? No. ¿Y entonces que quiere?


Yo creo que todas las madres primerizas tienen la misma sensación, pero nadie lo quiere contar porque sería como admitir que una es mala madre. Yo lo admito: soy un desastre como madre y me ha costado adaptarme al cambio de vida.


Con los meses he ido mejorando. Dejarme llevar por la corriente ha sido la primera y más valiosa lección de esta nueva vida. Ahora que mi segunda niña cumple 3 meses de edad, también he decidido que poco a poco podré encontrar nuevamente mis espacios. Este blog es precisamente un intento por recuperar algún espacio de mi vida pasada, sin desdeñar la presente: soy una madre feliz pero imperfecta.